jueves, 2 de enero de 2014

Quiero un árbol de navidad graaaaaaaande!!!!!!!!!!!!

Mis hijos llevan ojipláticos desde que llegamos, aquel 3 de diciembre...
Los alemanes y su sentido del adorno darían para escribir mas que un libro, una enciclopedia al completo de a tomo por año.
Y yo que llevo el minimalismo por apellido, allí..., delante de aquella tienda, que más que una tienda parecía el Neverland de los adornos navideños, con museo incluído, (previo pago eso sí...) aquello era para desmayarse del gusto. Sé que suena a contradicción, pero dejando a un lado el hecho de si lo estrapolaría a la realidad de mi salón, era cuando menos... sorprendente, abundante y sobre todo colorido.

En un intento de retrotraerme a mi mas tierna infancia, con mi pequeño bien “atado” en su silleta, (prefería no imaginarme el resultado del estrago que podía acontecerse de dejar al alcance de sus tiernas manitas cualquiera de aquellos pequeños y caros, he dicho caros? adornos...), móvil en mano decidí dejarme llevar por semejante festival de luz y color.
Nada más entrar aquella balconada con un árbol del tamaño de los molinos de Don Quijote, adornado hasta la médula y un cartelito al lado que decía “Fotografieren verboten”, invitándome a mí y a todo el iluso que como yo pretendiera inmortalizar semejante desparrame de alegría navideña a que básicamente todo quedase en las ganas de darle al click.

No se si por autoclonación, aparecían por cada esquina vestidas con traje típico de la zona, multitud de dependientas, con gesto entre sonriente y ni se te ocurra darle al click que te veo maja..., y yo... que aquello tenía que reproducirlo sí o sí, le tocaba a mi costi contribuir con una buena causa y ayudarme a plasmar aquello en mi móvil sea como fuere.
Aquello era de Super-Humor de tapa dura señores... yo que disto mucho de ser la mejor de las fotógrafas, a la vez que empujaba la silleta de mi pequeño mientras esquivaba de su alcance nada que pudiera romperse (que dicho sea de paso y salvo los cartelitos con el precio, sería como el 99,9% de la tienda) y el objeto del delito en la otra... mi costi tosiendo a voz en grito cada vez que le daba a la cámara (mas que nada para evitar en la medida de lo posible el ruidito del click y ser con ello descubierta) y aquellas señoritas con pinta de llevar el happy christmas tatuado en alguna parte de su cuerpo, con aquellos trajes entre Caperucita roja y Laura Ingalls acechando en cada recoveco, pese a todo eso, conseguí inmortalizar en unas cuantas instantáneas la prueba de mi relato. 

Como colofón una preciosa recopilación de relojes de cu-cú, que bien podrían haber sido hechos con los dedos de los pies, pues no bajaba ninguno de los 400 euros, eso los apañaos... los había de cuatro cifras.

Habiendo sobrevivido a dicha experiencia, mis hijos no paran de repetir una y otra vez: Quiero un árbol de navidad graaaaaaande!!!!!!, no es para menos, semejante empacho de alarde navideño cala en el alma de cualquiera... veremos si para el año que viene hemos bajado los niveles en sangre de semejante exceso, de momento este año así es el árbol que tan idealmente apañamos entre mi hija y yo en una tarde de manualidades improvisadas, no mancha, no ocupa y no brilla. Porque yo lo valgo!!.

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