Mis hijos
llevan ojipláticos desde que llegamos, aquel 3 de diciembre...
Los alemanes y
su sentido del adorno darían para escribir mas que un libro, una
enciclopedia al completo de a tomo por año.
Y yo que llevo
el minimalismo por apellido, allí..., delante de aquella tienda, que
más que una tienda parecía el Neverland de los adornos navideños,
con museo incluído, (previo pago eso sí...) aquello era para
desmayarse del gusto. Sé que suena a contradicción, pero dejando a
un lado el hecho de si lo estrapolaría a la realidad de mi salón,
era cuando menos... sorprendente, abundante y sobre todo colorido.
En un intento
de retrotraerme a mi mas tierna infancia, con mi pequeño bien
“atado” en su silleta, (prefería no imaginarme el resultado del
estrago que podía acontecerse de dejar al alcance de sus tiernas
manitas cualquiera de aquellos pequeños y caros, he dicho caros?
adornos...), móvil en mano decidí dejarme llevar por semejante
festival de luz y color.
Nada más
entrar aquella balconada con un árbol del tamaño de los molinos de
Don Quijote, adornado hasta la médula y un cartelito al lado que
decía “Fotografieren verboten”, invitándome a mí y a todo el
iluso que como yo pretendiera inmortalizar semejante desparrame de
alegría navideña a que básicamente todo quedase en las ganas de
darle al click.
No se si por
autoclonación, aparecían por cada esquina vestidas con traje típico
de la zona, multitud de dependientas, con gesto entre sonriente y ni
se te ocurra darle al click que te veo maja..., y yo... que aquello
tenía que reproducirlo sí o sí, le tocaba a mi costi contribuir
con una buena causa y ayudarme a plasmar aquello en mi móvil sea
como fuere.
Aquello era de
Super-Humor de tapa dura señores... yo que disto mucho de ser la
mejor de las fotógrafas, a la vez que empujaba la silleta de mi
pequeño mientras esquivaba de su alcance nada que pudiera romperse
(que dicho sea de paso y salvo los cartelitos con el precio, sería
como el 99,9% de la tienda) y el objeto del delito en la otra... mi
costi tosiendo a voz en grito cada vez que le daba a la cámara (mas
que nada para evitar en la medida de lo posible el ruidito del click
y ser con ello descubierta) y aquellas señoritas con pinta de
llevar el happy christmas tatuado en alguna parte de su cuerpo, con
aquellos trajes entre Caperucita roja y Laura Ingalls acechando en
cada recoveco, pese a todo eso, conseguí inmortalizar en unas
cuantas instantáneas la prueba de mi relato.
Como colofón
una preciosa recopilación de relojes de cu-cú, que bien podrían
haber sido hechos con los dedos de los pies, pues no bajaba ninguno
de los 400 euros, eso los apañaos... los había de cuatro cifras.
Habiendo
sobrevivido a dicha experiencia, mis hijos no paran de repetir una y
otra vez: Quiero un árbol de navidad graaaaaaande!!!!!!, no es para
menos, semejante empacho de alarde navideño cala en el alma de
cualquiera... veremos si para el año que viene hemos bajado los
niveles en sangre de semejante exceso, de momento este año así es
el árbol que tan idealmente apañamos entre mi hija y yo en una
tarde de manualidades improvisadas, no mancha, no ocupa y no brilla.
Porque yo lo valgo!!.
Lo mismo que aqui jijijiji quje chulada
ResponderEliminarEso si vuestro arbol no tiene nada que envidiar tambien es muy bonito
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